La informalidad: una forma de vida y gobernanza


En Lima, hace un par de días, dieciocho personas han muerto en un terminal de bus no autorizado. Paradójicamente, la empresa de transportes a la que pertenecía el bus era formal, pero utilizaba un paradero informal. Todos coincidimos que el tránsito vehicular en Lima es un caos, taxis sin autorización, empresas de combis (minibuses) informales, paradas sin señalizar, choferes y cobradores sin formación y ejerciendo un oficio porque no hay otra alternativa económica; es decir, un sinnúmero de situaciones al margen de la legalidad. Situación que viene de décadas y siglos. La informalidad, otro mal de nuestra sociedad que se da la mano con la corrupción y es una forma de gobernanza que da réditos económicos y políticos.

A río revuelto, ganancia de pescadores, reza un dicho muy popular en mi tierra. Efectivamente, las ganancias económicas en medio del caos son ingentes y no paran de crecer; al otro lado, están los muertos, tan dolorosos y tan espejos de una realidad también dolorosa a la que nos hemos acostumbrado y con la que convivimos. Al mismo lado de los muertos están los trabajadores que tienen que aceptar trabajar en la informalidad (cero derechos laborales, extensas jornadas, precariedad, bajísimos sueldos, etc.); el setenta por ciento de los trabajadores en Perú trabaja en la informalidad, es decir, nuestros futuros ancianos no habrán cotizado a la seguridad social para la atención médica, y tampoco tendrán una pensión de jubilación, lo que hará que el gasto fiscal, si lo hay, sea elevado en cuanto a sanidad y atención a la tercera edad. Pero el tema traspasa lo económico y se sitúa en lo cultural, tenemos una cultura de la informalidad muy arraigada.

El modelo económico peruano, primario exportador en esencia, se basa en la informalidad, en la mal llamada criollada, en sacarle la vuelta a lo legal y buscar el beneficio, sobre todo empresarial. Las arcas estatales y los trabajadores son los que pagan el pato, con el perdón de los patos. Los programas de formalización de empresas, sobre todo las pequeñas, que son las que crean la mayor cantidad de empleo, brillan por su ausencia cuando se terminan los períodos electorales. Nuestros candidatos y candidatas en campaña ofrecen potenciar la microempresa, dar facilidades municipales y estatales para constituirse legalmente, acortar los plazos de los interminables trámites, sujetos también a la coima y el soborno, porque sino no logras tus objetivos. Cuando pasan las elecciones, TODOS los partidos se olvidan de la necesidad de una economía ordenada, donde empresarios y trabajadores gocen de los beneficios de la misma. TODOS los partidos luego salen a “evaluar”, “criticar” “pedir responsabilidades” cuando las tragedias se dan. Las dolorosas muertes de personas que solo hacían uso de un servicio que se supone público, como el caso de los muertos en Fiori hace dos días, o la muerte de trabajadores encerrados en un contenedor en la Plaza Dos de Mayo, deben servir para poner fin a este modelo informal. Duele que tengan que haber muertes para mejorar nuestra ciudad y país.

El transporte por carretera de personas y mercancías debe ser ordenado y supervisado por el ministerio de transportes, la municipalidad y la policía; el ministerio de trabajo debería también supervisar las condiciones laborales de los trabajadores, y la sociedad civil debería vigilar el cumplimiento de las normas. Nada de eso ocurre y la informalidad hace que se incendien buses, que en los terminales terrestres se almacenen gasolina y material inflamable; que las autoridades, seguro sobornadas, hagan de la vista gorda. Hoy salen los políticos de siempre a pedir justicia e investigaciones. Habrá que investigar también a ellos, qué hacen y por qué sólo despiertan cuando las muertes son inminentes.

Merecemos un país distinto, no es posible que el caos, la informalidad y a corrupción no gobiernen; no es posible que sigamos llorando muertes perfectamente evitables. En nuestras manos también está el evitarlas, podemos romper la informalidad desde nuestros derechos como consumidores y usuarios de servicios. Es posible.


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